sábado, 16 de noviembre de 2013

SOTERIOLOGÍA clase 3

SOTERIOLOGÍA FASE DOS LAS PROVISIONES DE DIOS, QUE HAN SIDO HECHAS LECCIÓN N.-3 TEMA: LA RESURRECCIÓN DEL SEÑOR JESÚS (Parte 1) TEXTO BASE: Además os declaro, hermanos, el evangelio que os he predicado, el cual también recibisteis, en el cual también perseveráis; por el cual asimismo, si retenéis la palabra que os he predicado, sois salvos, si no creísteis en vano. Porque primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras; y que apareció a Cefas, y después a los doce. (1 Corintios 1.1-5) UNA VERDAD PRÁCTICA: La resurrección del Señor Jesucristo prueba que su muerte, fue de valor suficiente; para que Dios pudiera limpiar, todos los pecados de la humanidad, con el sacrificio de Su Hijo unigénito. Fue la resurrección del Señor Jesucristo, la que demostró, que Él era el Hijo de Dios. (Romanos 1.2-6) UN PUNTO DE PARTIDA: Es increíble, que gran parte de la Iglesia cristiana evangélica, no encuentra ningún significado a la resurrección del Señor Jesucristo; es como si no les afectara Él, de manera personal. En la medida que vayamos avanzando en el conocimiento y el propósito de este estudio, se podrá comprender de lo esencial y lo glorioso, el hecho de la resurrección, de nuestro Señor y salvador Jesucristo. (1 Corintios 15.13-14) OBJETIVOS DEL TEMA: Aprender, acerca de la importancia de la resurrección del Señor Jesús. Conocer, sobre la naturaleza y poder que operó en la resurrección del Señor Jesús. Descubrir, las pruebas que demuestran que el Señor Jesús resucitó. Tomar, cada creyente de los resultados o beneficios que ofrece el Señor Jesús, iniciando de esa manera una nueva vida y asegurar la salvación que nos ofrece Dios. La característica más extraordinaria de la predicación cristiana evangélica, es el énfasis que se pone en la resurrección del Señor Jesús. Los primeros predicadores estaban seguros, de que Cristo se había levantado de entre los muertos y en consecuencia, muy seguros de que los creyentes, también serían resucitados en el día señalado por las Escrituras. Esto los distinguió, de todos los demás maestros del mundo antiguo. Hay resurrecciones en otras partes, pero ninguna como la del Señor Jesús. En general se trata de relatos mitológicos, relacionados con el cambio de estación y el acontecimiento anual de la primavera. El evangelio, no relata de un hombre que realmente murió; pero, que venció a la muerte, cuando se levantó nuevamente. Y si bien es cierto, que la resurrección del Señor Jesús, no se parece en nada a lo que encontramos en el paganismo; también es cierto, que la actitud de los creyentes, con respecto a su propia resurrección (corolario de la de su Señor), es radicalmente diferente, de todo lo que ocurre en el mundo pagano. Nada hay, que sea más característico, del mejor pensamiento de la época; que su desesperanza, frente a la muerte. Resulta claro, que la resurrección es de primordial importancia, para la fe cristiana evangélica. LA IMPORTANCIA DE LA RESURRECCIÓN DEL SEÑOR JESÚS. El concepto cristiano de la resurrección debe distinguirse tanto del concepto griego como del judío. Los griegos pensaban que el cuerpo era algo que impedía la verdadera vida y esperaban el momento, en que el alma se liberara de su prisión. Concebían la vida después de la muerte, en función de la inmortalidad del alma; pero rechazaban firmemente, toda idea de resurrección (Hechos 17.32). Los judíos estaban firmemente persuadidos de los valores del cuerpo y pensaban que estos no se perderían, por lo que esperaban la resurrección del cuerpo. Pero creían que sería exactamente el mismo cuerpo. ES UNA DE LAS DOS DOCTRINAS, MÁS IMPORTANTES DEL EVANGELIO. La significación cristológica de la resurrección, es considerable. El hecho de que el Señor Jesús haya profetizado, que se levantaría de los muertos al tercer día, tiene importantes consecuencias para una persona. El que pudo hacer esto, demuestra que es el más grande entre los hijos de los hombres. Pablo considera que la resurrección del Señor Jesús, reviste capital importancia (1 Corintios 15.14, 17). El cristianismo es un evangelio, es la buena nueva, acerca de la forma en que Dios envió a su Hijo, para que fuese nuestro Salvador. Pero si, en realidad, el Señor Jesús no resucitó, entonces no tenemos ninguna seguridad de que se haya logrado nuestra salvación. La realidad de la resurrección del Señor Jesús, tiene un profundo significado para la iglesia cristiana evangélica. También es importante, la resurrección de los creyentes. Según Pablo, si los muertos no resucitan bien podríamos adoptar el lema “comamos y bebamos, porque mañana moriremos” (1 Corintios 15.32). Los creyentes no son personas, para quienes esta vida es todo. Su esperanza yace en otra parte (1 Corintios 15.19). Esto da perspectiva y profundidad a su modo de vivir. La resurrección del Señor Jesús, está relacionada con nuestra salvación, como cuando Pablo enseña, que el Señor Jesús “fue entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra justificación” (Romanos 4.25; Romanos 8.33). La resurrección del Señor Jesús, tiene relación con el acto central, por medio del cual somos salvos. La salvación, no es algo que ocurre aparte de la resurrección. Tampoco termina allí. Pablo habla acerca de su deseo por conocer al Señor Jesucristo “y el poder de su resurrección” (Filipenses 3.10) y exhorta así a los colosenses: “Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba…” (Colosenses 3.1). Ya les había recordado que fueron sepultados junto con el Señor Jesús, en el bautismo y en la misma ordenanza fueron resucitados juntamente con él (Colosenses 2.12). En otras palabras, el apóstol ve el mismo poder que levantó al Señor Jesús de entre los muertos, obrando en los que son del Señor Jesucristo. La resurrección es algo que continúa. El concepto cristiano evangélico es, por lo tanto, muy distintivo. ES EL FUNDAMENTO SOBRE EL CUAL LA IGLESIA FUE EDIFICADA. Los apóstoles le dieron una gran importancia a la resurrección. En 1 Corintios 15.13-19, se provee una de las más poderosas suposiciones negativas que pueden hacerse con conexión a la fe cristiana evangélica. Pablo menciona cinco (5) hechos negativos, que de convertirse en una verdad, despojarían al evangelio de todo su poder y bendición: Nuestra predicación sería vana (1 Corintios 15.14). Al evangelio se le quitaría su nota de gozo y sería cambiado por un canto fúnebre. El evangelio sería de muerte. El Señor Jesús, fue una simple biografía, que se vivió una vida extraordinaria; pero le tocó sufrir una muerte ordinario, impregnada de la ignominiosa muerte en una cruz. El evangelio, no tendría poder alguno. Si Él no hubiera obtenido la victoria en el calvario, como lo evidencia su resurrección, sobre la muerte y la tumba vacía; de las cuales hubiéramos sido víctimas, si el Señor Jesús no hubiera sido levantado de entre los muertos. La fe sería vana (1 Corintios 15.14). Todo lo que ha sido recibido por fe, ha sido un regalo gratuito de Dios, por medio del Señor Jesucristo: filiación divina, vida eterna, justificación, santificación, glorificación y un lugar en el cielo por toda la eternidad. Si el Señor Jesús no hubiera resucitado, ellos no podrían ser nuestros. En 1 Corintios 15.17, Pablo enseña, que la fe es siempre impotente, a menos que su objeto, le dé poder. Los apóstoles, serían falsos testigos (1 Corintios 15.15). Un requisito esencial, para el apostolado, era que él fuera testigo de la resurrección del Señor Jesús. “Es necesario, pues, que de estos hombres que han estado juntos con nosotros todo el tiempo que el Señor Jesús entraba y salía entre nosotros, comenzando desde el bautismo de Juan hasta el día en que de entre nosotros fue recibido arriba, uno sea hecho testigo con nosotros, de su resurrección” (Hechos 1.21-22). Al elegir un sucesor, que completara el número de los doce (12), era un prerrequisito, ser un testigo de la resurrección del Señor Jesús. Ellos serían falsos testigos, si el Señor Jesús no hubiera resucitado y ellos lo hubieran visto posteriormente. Si el Señor Jesús, no hubiera resucitado, todo el contenido que autentica las Escrituras, hubiera sido desmantelado, dejándolo sin un solo fragmento de autoridad bíblica. Los creyentes, estaríamos aún en nuestros pecados (1 Corintios 15.15). “Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos” (Hechos 4.12). “Y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS (YESHUÁH – JOSUÉ) , porque él salvará a su pueblo de sus pecados” (Mateo 1.21). Si el Señor Jesús, no hubiera resucitado, no se pudiera tener la eficacia salvadora y se daría a la salvación, un carácter histórico. Fue necesaria la resurrección del Señor Jesús, para demostrar el valor justificativo de Su muerte. Los que han muerto, perecerían (1 Corintios 15.15). De alguna manera, es mejor sufrir como aquellos que no tienen esperanza, que sufrir, como aquellos que tienen una falsa esperanza. Esa esperanza que sostuvo la fe de los mártires, que fueron sacrificados y que ha sostenido a millones que han muerto; desde entonces, sin ser cierto que el Señor Jesús no hubiera resucitado, nuestra fe sería falsa. Sin embargo Pablo declara triunfalmente: “Mas ahora Cristo ha resucitado de los muertos; primicias de los que durmieron es hecho” (1 Corintios 15.20). LA BIBLIA DESCRIBE LAS CARACTERÍSTICAS ACERCA DE LA RESURRECCIÓN DEL SEÑOR JESÚS. Es impactante lo que enseña el libro de los Hechos, en sus primeros capítulos y el énfasis que hicieron los apóstoles, sobre la verdad de la resurrección del Señor Jesús. Estos fueron los mensajes que presentaron: La primera predicación, después del derramamiento del Espíritu Santo, el primer día de la fiesta de las semanas (Pentecosto, cincuenta (50) días - Pentecostés) ; es casi en su totalidad el tema, sobre la resurrección del Señor Jesús (Hechos 2.22-36). La segunda predicación, es en la entrada al templo, en Jerusalén; donde el apóstol Pedro hace nuevamente referencia al tema de la resurrección del Señor Jesús (Hechos 3.15). La confrontación que el apóstol Pedro hace al sanedrín y da testimonio de la resurrección del Señor Jesús (Hechos 4.10). Todos los mensajes dados a una persona o a una gran multitud, siempre mencionaba la resurrección del Señor Jesús: “Y con gran poder los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús, y abundante gracia era sobre todos ellos” (Hechos 4.33). El ministerio de los apóstoles, especialmente de Pablo, lo evidencia en las siguientes citas: Hechos 2.24, 32; Hechos 3.15, 26; Hechos 4.10; Hechos 10.40; Hechos 13.30-37; Hechos 17.31; Romanos 4.24-25; Romanos 6.4, 9; Romanos 7.4; Romanos 8.11; Romanos 10.9; 1 Corintios 6.14; 2 Corintios 4.14; Gálata 1.1; Efesios 1.20; Colosenses 2.12; 1 Tesalonicenses 1.10; 2 Timoteo 2.8; 1 Pedro 1.21. La resurrección del Señor Jesús, fue obra de la trinidad. Por la participación directa del Dios Padre. “…y cuál la supereminente grandeza de su poder para con nosotros los que creemos, según la operación del poder de su fuerza, la cual operó en Cristo, resucitándole de los muertos y sentándole a su diestra en los lugares celestiales,…” (Efesios 1.19-20). “…al cual Dios levantó, sueltos los dolores de la muerte, por cuanto era imposible que fuese retenido por ella (Hechos 2.24). “A éste levantó Dios al tercer día, e hizo que se manifestase;…” (Hechos 10.40). “Mas Dios le levantó de los muertos” (Hechos 13.30). Romanos 10.9; Colosenses 2.12; Romanos 6.4. Por la participación misma del Señor Jesús. “Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida, para volverla a tomar. Nadie me la quita, sino que yo de mí mismo la pongo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar. Este mandamiento recibí de mi Padre” (Juan 10.17-18). Cuando hace alusión de su cuerpo, lo ilustra como un edificio físico (templo); para representar la restauración de Su propia obra: “Respondió Jesús y les dijo: Destruid este templo, y en tres días lo levantaré” (Juan 2.19). De alguna forma, el Señor Jesús actuó de manera separada del Padre; pero, esto demuestra un gran portento, en el cual, el Señor Jesús no estuvo pasivo. Reflexione un momento, en el hecho de estar muerto y resucitarse a sí mismo; esto es sencillamente, una maravilla divina. Por la participación del poderoso Espíritu Santo. “Porque también Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios, siendo a la verdad muerto en la carne, pero vivificado en espíritu;…” (1 Pedro 3.18). “Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros” (Romanos 8.11). La resurrección del Señor Jesús, fue una obra verdadera. El Señor Jesús, verdaderamente murió. Existe una teoría acerca del desfallecimiento, del Señor Jesús en la cruz y unas manos llenas de lástima le bajaron, porque pensaron que había muerto; una vez colocado en la cueva que sirvió de tumba, recibió aire fresco y revivió; de esta manera, salió de la tumba, como si hubiera resucitado de entre los muertos. Esta teoría es obvia, su falsedad. El Señor Jesús cuando se apareció a sus discípulos, estaba en completo vitalidad de salud y fuerza; de otro modo, no los hubiera impresionado. Las consecuencias, del ser colgado durante seis (6) horas en una cruz, dejaban el cuerpo de la víctima en una condición física, muy deteriorada y en tres (3) días no podía recuperarse totalmente. Por las afirmaciones contrarias a la verdad, tomo de las Sagradas Escrituras, las siguientes pruebas bíblicas irrefutables y las incluyo a continuación: Los soldados romanos, confirmaron el estado de muerte del Señor Jesús. Estos soldados romanos eran profesionales en su labor, estaban entrenados para realizar las crucifixiones y tenían la experiencia; por lo que no podían ser engañados, en su actividad. “Mas cuando llegaron a Jesús, como le vieron ya muerto, no le quebraron las piernas” (Juan 19.33). Un centurión certificó su muerte. Un centurión era u oficial romano que mandaba cien (100) soldados. Casi todos los centuriones eran romanos y soldados profesionales. Constituían la columna vertebral del ejército romano. En el Nuevo Testamento se mencionan a menudo. El centurión encargado de la ejecución del Señor Jesús y dos ladrones, llevo el informe sobre el cumplimiento de las ejecuciones de ese día a Pilato, que era su jefe inmediato. Quien a su vez le llamó personalmente, para que corroborara su informe. “Pilato se sorprendió de que ya hubiese muerto; y haciendo venir al centurión, le preguntó si ya estaba muerto. E informado por el centurión, dio el cuerpo a José,…” (Marcos 15.44-45). Un soldado romano, introdujo su lanza por el costado izquierdo del Señor Jesús. Los soldados romanos, para asegurarse de la muerte de los ejecutados, introducían una lanza por el costado izquierdo del ejecutado traspasándolo; con el fin de partir el corazón del condenado y de esa manera, quitarle la vida definitivamente. Científicamente se evidencia, que cuando sale agua y sangre del corazón, es porque este fue cortado; como consecuencia, la muerte es instantánea. “Pero uno de los soldados le abrió el costado con una lanza, y al instante salió sangre y agua” (Juan 19.34). José de Arimatea, confirmó de que estaba muerto el Señor Jesús. “José de Arimatea, miembro noble del concilio, que también esperaba el reino de Dios, vino y entró osadamente a Pilato, y pidió el cuerpo de Jesús” (Marcos 15.43). Las mujeres que estuvieron presentes en la ejecución del Señor Jesús. Después de transcurrido el día de reposo, las mujeres que habían presenciado la muerte del Señor Jesús y acompañaron a José de Arimatea, al lugar donde colocaron el cuerpo muerto del Señor Jesús. “Cuando pasó el día de reposo,* María Magdalena, María la madre de Jacobo, y Salomé, compraron especias aromáticas para ir a ungirle” (Marcos 16.1). El Señor Jesús, también lo afirmó. El Señor Jesús, quien es la “verdad”, confirmó que Él murió: “…y el que vivo, y estuve muerto; mas he aquí que vivo por los siglos de los siglos, amén. Y tengo las llaves de la muerte y del Hades” (Apocalipsis 1.18). Fue una resurrección física o corporal, la del Señor Jesús. La resurrección, nunca es una conexión con el espíritu; porque el espíritu, nunca muere. La Biblia aporta abundantes pruebas, de que el cuerpo del Señor Jesús, fue literalmente revivido o devuelto a la vida; estas son: El cuerpo de la resurrección del Señor Jesús, estaba conformado de carne y huesos. No fue un fantasma. “Mientras ellos aún hablaban de estas cosas, Jesús se puso en medio de ellos, y les dijo: Paz a vosotros. Entonces, espantados y atemorizados, pensaban que veían espíritu. Pero él les dijo: ¿Por qué estáis turbados, y vienen a vuestro corazón estos pensamientos? Mirad mis manos y mis pies, que yo mismo soy; palpad, y ved; porque un espíritu no tiene carne ni huesos, como veis que yo tengo” (Lucas 24.36-39). El cuerpo de la resurrección del Señor Jesús, podía ser tocado y palpado. “…he aquí, Jesús les salió al encuentro, diciendo: ¡Salve! Y ellas, acercándose, abrazaron sus pies, y le adoraron” (Mateo 28.9). “Mirad mis manos y mis pies, que yo mismo soy; palpad, y ved; porque un espíritu no tiene carne ni huesos, como veis que yo tengo” (Lucas 24.39). “Luego dijo a Tomás: Pon aquí tu dedo, y mira mis manos; y acerca tu mano, y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente” (Juan 20.27). El cuerpo de la resurrección del Señor Jesús, comió delante de ellos. “Y como todavía ellos, de gozo, no lo creían, y estaban maravillados, les dijo: ¿Tenéis aquí algo de comer? Entonces le dieron parte de un pez asado, y un panal de miel. Y él lo tomó, y comió delante de ellos” (Lucas 24.41-43). El cuerpo de la resurrección del Señor Jesús, fue reconocido por sus discípulos y por sus seguidores. “Entonces les fueron abiertos los ojos, y le reconocieron; mas él se desapareció de su vista” (Lucas 24.31). “Jesús le dijo: ¡María! Volviéndose ella, le dijo: ¡Raboni! (que quiere decir, Maestro). Jesús le dijo: No me toques, porque aún no he subido a mi Padre; mas ve a mis hermanos, y diles: Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios. Fue entonces María Magdalena para dar a los discípulos las nuevas de que había visto al Señor, y que él le había dicho estas cosas” (Juan 20.16-18). “Y cuando les hubo dicho esto, les mostró las manos y el costado. Y los discípulos se regocijaron viendo al Señor” (Juan 20.20). “Entonces aquel discípulo a quien Jesús amaba dijo a Pedro: ¡Es el Señor! Simón Pedro, cuando oyó que era el Señor, se ciñó la ropa (porque se había despojado de ella), y se echó al mar” (Juan 21.7). El cuerpo de la resurrección del Señor Jesús, tenía las señales de los clavos y la lanza. “Y diciendo esto, les mostró las manos y los pies” (Lucas 24.40). “Y cuando les hubo dicho esto, les mostró las manos y el costado. Y los discípulos se regocijaron viendo al Señor” (Juan 20.20). Las sagradas Escrituras indican, que esas heridas serán visibles en su segunda venida: “Y derramaré sobre la casa de David, y sobre los moradores de Jerusalén, espíritu de gracia y de oración; y mirarán a mí, a quien traspasaron, y llorarán como se llora por hijo unigénito, afligiéndose por él como quien se aflige por el primogénito” (Zacarías 12.10). “Y le preguntarán: ¿Qué heridas son estas en tus manos? Y él responderá: Con ellas fui herido en casa de mis amigos” (Zacarías 13.6). “He aquí que viene con las nubes, y todo ojo le verá, y los que le traspasaron; y todos los linajes de la tierra harán lamentación por él. Sí, amén” (Apocalipsis 1.7). El cuerpo de la resurrección del Señor Jesús, Él mismo lo había profetizado. “Respondió Jesús y les dijo: Destruid este templo, y en tres días lo levantaré. Dijeron luego los judíos: En cuarenta y seis años fue edificado este templo, ¿y tú en tres días lo levantarás? Más él hablaba del templo de su cuerpo. Por tanto, cuando resucitó de entre los muertos, sus discípulos se acordaron que había dicho esto; y creyeron la Escritura y la palabra que Jesús había dicho” (Juan 2.19-22). El rey David tuvo la convicción, de que su cuerpo resucitaría un día. “Porque no dejarás mi alma en el Seol, ni permitirás que tu santo vea corrupción” (Salmo 16.10). Los judíos tenían la convicción, de que el cuerpo a los cuatro (4) días después de su muerte, se manifestaba la corrupción en él. El Señor Jesús, resucitó al tercer día. También tiene sentido la expresión de Marta, con relación a la muerte de su hermano Lázaro: “Dijo Jesús: Quitad la piedra. Marta, la hermana del que había muerto, le dijo: Señor, hiede ya, porque es de cuatro días” (Juan 11.39). Fue una resurrección única. La Biblia registra ocho (8) cuerpos que estaban muertos y volvieron a la vida: El hijo de la viuda de Sarepta (1 Reyes 17.17-24). El hijo de la mujer sunamita (2 Reyes 4.17-27). El hombre que llevaban a sepultar y su cuerpo cayó sobre la tumba de Eliseo (2 Reyes 13.21). La hija de Jairo (Marcos 5.22-43). El joven de Naín (Lucas 7.11-17). Lázaro (Juan 11.40-44). Dorcas o Tabita (Hechos 9.36-43). Eutico (Hechos 20.7-12). La Biblia, antes de la resurrección del Señor Jesús, no especifica que estos cuerpos al ser resucitados, no resucitaron para ser inmortales; por lo que realmente, ellos murieron posteriormente a su resucitación. Muy contrario a estas personas y las otras que se levantaron de sus tumbas, al momento de la resurrección del Señor Jesús: “y se abrieron los sepulcros, y muchos cuerpos de santos que habían dormido, se levantaron; y saliendo de los sepulcros, después de la resurrección de él, vinieron a la santa ciudad, y aparecieron a muchos” (Mateo 27.52-53). En 1 Timoteo 6.17, se enseña que sólo el Señor Jesús “tiene inmortalidad”. Pablo continúa enseñando: “…sabiendo que Cristo, habiendo resucitado de los muertos, ya no muere; la muerte no se enseñorea más de él. Porque en cuanto murió, al pecado murió una vez por todas; mas en cuanto vive, para Dios vive” (Romanos 6.9-10). El mismo Señor Jesús afirmó: “…y el que vivo, y estuve muerto; mas he aquí que vivo por los siglos de los siglos, amén. Y tengo las llaves de la muerte y del Hades” (Apocalipsis 1.18). El cuerpo del Señor Jesús que resucitó, era el mismo cuerpo que había ministrado y vivido; pero, ahora con algo diferente. Era un cuerpo libre de ataduras o limitaciones físicas, era un cuerpo glorificado; no estaba sujeto a las leyes de la naturaleza física, era un cuerpo investido de un poder celestial (Juan 20.19-26). Era un cuerpo único, a veces irreconocible; como fue el caso de los discípulos en el camino a Emaús (Lucas 24.13-16; Marcos 16.12); en la tumba, cuando María lo confunde con el hortelano (vigilante del lugar) (Juan 20.14-15) y los discípulos en el mar de Galilea (Juan 21.4-5). CONCLUSIÓN: En una época en que el sincretismo constituía un grave peligro, la resurrección es un hecho que sin duda, disuadiría a los hebreos de prestar demasiada atención a la idea.  Poco hay sobre la resurrección en el AT, lo que no quiere decir que no se la mencione, sino que no alcanza prominencia. Los hombres del AT eran muy prácticos, y se concentraban en la tarea de vivir la vida presente al servicio de Dios; poco tiempo tenían para especular sobre la vida venidera.  Durante el período intertestamentario, cuando el peligro no era tan inminente, la idea se vuelve más prominente. No se alcanza uniformidad y aun en la época del Nuevo Testamento, los saduceos todavía negaban que hubiera resurrección. Pero para entonces, la mayor parte de los judíos, ya había aceptado alguna idea acerca de la resurrección. Generalmente pensaban, que el mismo cuerpo volvería a la vida tal como estaba.  No sólo es verdad, que el Señor Jesús resucitó; sino, que un día también resucitarán todos los que hayan recibido y confesado al Señor Jesús, como su salvador.  La significación cristológica de la resurrección, es considerable. El hecho de que el Señor Jesús haya profetizado, que se levantaría de los muertos al tercer día, tiene importantes consecuencias para Su persona y los creen en Él.

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